miércoles, 28 de julio de 2010







CUENTO



"ESCRITOR"



COLECCION DE FOTOGRAFIAS Y CUENTOS´

OJOS DE MAR
FELIPE OLAECHEA












Las manos se le paralizaron sobre el teclado del computador, sin poder identificar el motivo, y la imagen de su hoja en blanco. Le sorprendió como algo desconocido, no podía llenarla, no podía continuar, no podía hacer que sus dedos se movieran para presionar las teclas. Lo peor de esto, era que no sabía qué le estaba pasando. Su corazón empezó a acelerarse y su respiración a entrecortarse, quiso buscar algo que le permitiera seguir escribiendo, pero Edith Piaf, se sentía ya muy lejos casi como música desconocida, sus oídos disminuían los sonidos externos, y lo que escuchaba eran sus latidos, cada vez más fuertes, cada vez más intensos, cada vez ocupaban más espacio dentro de él. Trató de concentrarse en algo que le recobrara sus sentidos que se le alejaban, pero no podía mover más que sus ojos, con los que empezó a escudriñar su lugar de trabajo, lugar que conocía bastante bien por las largas horas que había pasado, creando historias sorprendentes y cambiando nombres de los conocidos a historias reales. Podía enumerar los libros en los estantes en orden, citar párrafos importantes y encontrar las páginas en que éstos estaban, sabía los detalles de las pinturas en las paredes, sus colores, sus mensajes ocultos y la historia de cuando fueron hechas, y pese a su desorden endémico podía encontrar fácilmente cualquier cosa que él necesitara. Pero en ese momento no podía ni siquiera pensar en algo que buscar, menos soñar con encontrarlo, ya que lo que estaba perdiendo en ese momento era superior a cualquier artificio, documento o
adorno que en algún momento pudo considerar importante, ahora es su vista la que se nublaba, ya
no podía dirigir sus ojos, ya no podía ni mirar su pantalla, así que se entrego a esperar que una tranquilidad desconocida le adsorbiera y pudiera terminar lo que estaba haciendo, que le permitiera hacer lo que tenía que hacer, que le permitiera hablar con quien tenía que hablar, que pudiera decir lo que tenía que decir, que pudiera ver lo que le faltaba por ver, que pudiera sentir lo que le faltaba por sentir, que le permitiese perdonar a quien le faltaba perdonar y que le perdonaran lo que necesitaba que le perdonaran y por sobre todo….
En ese momento descubrió que no podía escribir; había muerto, y ésta vez, no era sólo el final de un cuento.

jueves, 22 de julio de 2010

COLORES PARA ARICA







Les presentamos un adelanto de la nueva exosición de fotografia y cuentos "COLORES PARA ARICA"


Felipe Olaechea
Fotografia y cuentos

Carolina Mena
Dirección Artistica

jueves, 15 de julio de 2010
















SOLEDAD





CUENTO DE LA COLECCION DE FOTOGRAFIA Y CUENTOS "IQUIQUE EN SEPIA"






Todos los días desde su oficina, miraba a aquél anciano, que pasaba sus días en los bancos de la plaza, estaba rodeado de perros vagos, sucios y hambrientos, estaba igual que él; Lo miraba y miraba, sin poder entender como un ser humano podía llegar a esa condición, como era posible, que estuviera tan abandonado, que estuviera ahí, y así, que había hecho en su vida para merecer ese estado, dónde estaría su familia, si es que alguna vez la tuvo, o que fué de ella. No podía entender porqué, aquél hombre podía vivir, y si a eso se le podía considerar vida, sólo le bastó mirar un poco más, para darse cuenta que existían varios hombres igual que aquél, que le asombraban, que también estaban solos y desamparados en medio de ese inmenso único hogar, la plaza. Pasaba horas pensando y mirando desde su escritorio, las palmeras, los pájaros y los ancianos, desesperándose sin saber que hacer por ellos.
- “-Señor” – interrumpió sus pensamientos su secretaria diciéndole – “Su padre lo está llamando”.
- “Dile que estoy ocupado, no puedo atenderlo ahora” - contestó molesto.
Una vez más, la secretaria, le entregó la misma respuesta al padre de su jefe, quien esperaba, sólo y triste, en una casa vacía, pensando, sin entender que había hecho en su vida para merecer ese estado, dónde estaba su familia, si es que alguna vez la tuvo, o que fué de ella, sin más compañía, que su perro.